sábado, 6 de noviembre de 2010

El Soldadito de Plomo

El soldadito de plomo seguía de pie en su eterna y cansada postura.
Estaba pensando, pensando y quejándose en su silencio.
¿Por qué todos jugaban con él como si fuera un muñeco de plastilina, unas veces humillándole, otras haciéndole luchar en guerras sin causa y sin ninguna meta, sólo finalizadas por el grito de guerra de una progenitora humana? ¿Por qué nadie le tomaba en serio?
Pero siguió en silencio, sin queja alguna.

Una nueva bailarina llegó a la caja de juguetes.
El soldadito, nada más verla, quedó embelesado. No era capaz de ver nada más que su alocada danza, sus marrones ojos salvajes....
Ella era un error de fábrica, única, preciosa, especial. Sus piernas no bailaban al son de la música simplona con la que las demás bailarinas ensayaban en su propio silencio. La nueva tenía música propia, una música nunca escuchada anteriormente por las pequeñas orejas del soldadito.
Era una música melancólica, recordatorio de las tragedias pasadas, pero, al mismo tiempo, una música con potencia suficiente para derribar las más pesadas montañas, de tal suavidad y complejidad podría haber sido admirada por los compositores romanticistas y barrocos de haber sido compuesta unos siglos atrás.
Las rígidas extremidades del soldadito llevadas por la música, intentaron moverse, girar, gritar...
Lo único que pudieron hacer fue echarse a llorar por su incapacidad de seguir el glorioso ritmo de la canción. Ácidas lágrimas negras cayeron por su brillante cara, dejándola manchada de sombras y oscuridad.
La bailarina continuó su danza, sin pausa, invitando al soldadito a unirse a su baile sin fin, conocedora de su incapacidad.

Su cara reflejaba una felicidad incompleta, turbada por la falta de alguien necesario. Pero todavía no sabía si él sería la persona indicada. Mientras la decisión era tomada, ¿Qué más daba seguir jugando con ese pequeño soldado? ¿Acaso no había sido creado para ello?
Los días pasaban y nada nuevo ocurría, el soldadito cada vez luchaba menos batallas, pasando la mayor parte de su tiempo en la caja de juguetes mientras que la bailarina continuaba su eterna danza sobre la mesa, en frente de la ventana, impresionando a cualquier ave, que, distraída o inocentemente había ido a pasar junto a ese cristal.
La bailarina aún no había tomado ninguna decisión, en ese tiempo había conocido a cantidad de juguetes con profesiones varoniles que caían, uno tras otro a sus pies. Pero ninguno había calado tan hondo como el pequeño soldadito de plomo. Todas sus pequeñas ruedecitas y sus engranajes chirriaban al verle, pero temía equivocarse. Puede que sólo fuera culpa de la falta de aceite en su metálico cuerpo.

El tiempo siguió pasando, sin responsabilizarse de sus actos.
La bailarina se hizo famosa entre los juguetes por su locura y sus extrañas danzas. En la fama , dejó de lado al pequeño soldado que fue decayendo en una triste miseria. Se sentía inservible, nadie jugaba con él, era la primera vez que quería entrar en el frente de batalla de una nación desconocida, quería volver a ser algo para alguien.
Con los años la caja de juguetes se abría cada vez menos, acumulando polvo, oxidando a todo ser metálico que allí residia. La bailarina había perdido su fama, el óxido la impedía bailar y su música ya a duras penas se oía entre los chirridos.
Entonces llegó el día que todos temían. El niño, su inocente dueño había crecido, dejando toda su inocencia atrás, ya no quería la vieja caja para nada.
La caja fue a parar a un basurero. Allí separaron a los juguetes por sus materiales, los encerraron en grandes e incómodas cajas, preparando su reciclaje. No se sabe como, por el destino, o simplemente por suerte, el soldadito y la bailarina se encontraron cuando iban a ser fundidos, dirigiéndose miradas de compasión el uno al otro.
En ese momento la bailarina se dio cuenta de que ese soldado era lo único que había quedado a su lado después de todo, que él era todo lo que había echado en falta durante todos estos años.
Y así, los dos se fundieron en un eterno abrazo que ya nadie podría separar.

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